Un Cocuyo que nunca perdió la luz

Julio A. Genaro
Octubre 20, 2022

La idea de tener un boletín dinámico, que circulara con información sobre la actividad de los profesionales cubanos dedicados a la historia natural me surge en la década del 90. Más exactamente en 1994.

En ese tiempo y gracias a la Iniciativa Científica del Caribe, un programa de RARE Center for Tropical Conservation, de Philadelphia y luego de conversaciones con dirigentes de la Ciencia en Cuba logró aprobarse y echó a andar.   Es por esto, que un grupo grande de especialistas cubanos, entre ellos yo, pudimos comenzar a viajar a Estados Unidos para estudiar las colecciones de historia natural e interactuar con curadores y otros especialistas.

En las Oficinas Principales de RARE Center en Filadelfia durante el Proyecto Iniciativa Científica del Caribe. 8 de mayo de 1994. De izquierda a derecha (de pie) Arturo Kirkconnell, Jennifer, Christine y el autor; sentando aparece John Guarnaccia, Director Ejecutivo

En mi recorrido por los principales museos de Historia Natural de la costa Este de EE. UU, comienzo a conocer de la existencia y circulación de algunos boletines muy populares e informativos, sobre diferentes grupos de la biota.

Anteriormente, era frecuente encontrar este tipo de boletines como Ichnews (para los estudiantes de Ichneumonidae, familia de avispas) o Symphytos (dedicado a las avispas más primitivas). Entre los que más me influyeron estaban, Sphecos (un foro para los interesados en las avispas aculeatas), editado por Arnold Menke, con quien tuve mucha interacción durante el estudio de las avispas esfécidas, así como Melissa (el boletín de los melitólogos, aquellos que se interesan por las abejas) a cargo principalmente de Ron McGinley, también gran especialista y colega. La visita frecuente al Museo de Historia Natural, de la Institución Smithsoniana, donde trabajaban ambos curadores me inspiró a hacer algo parecido en Cuba. 

Los dos boletines que inspiraron la creación de Cocuyo.

Como en toda revista científica o boletín, que se publica en serie,  es necesario una persona o grupo de ellas que lo elabore, así como el financiamiento para su impresión y distribución. Por lo tanto, hablé con Rubén Regalado, secretario y gran apoyo del proyecto de RARE Center, radicado en Miami, y quien nos daba instrucciones y nos encaminaba en nuestros viajes de investigación. A Rubén le gustó la idea y me lo comunica en una carta adjunta a este texto. Le gustó tanto la idea que comenzó a distribuir el primer número, sin apenas estar terminado, pues era solamente una idea, aun inconclusa, para su consideración. 

Agosto 22, 1994

Estimado Tony [este es otro de mis nombres]

John [se refiere a J. Guarnaccia, el Director Ejecutivo] se interesó mucho en “Cocuyo” y a mí también me agradó la idea de poder ayudarlos en una publicación. Cuando tengas la revisión final mándamela, yo lo imprimo y después la fotocopio en Office Depot (de esta forma no sale muy caro). Yo puedo, además, posteriormente añadirle “bullets”, líneas, etc que lo hagan más atractivo y también imprimirlo “double side”.

Recuerda enviarme el número de copias que se necesitan y las direcciones de instituciones y científicos en USA u otros países para enviárselo. Ya John me dijo que podíamos enviársela a todos los Departamentos de Entomología con los cuales tenemos relaciones………

Por lo tanto, ya garantizado el financiamiento para obtener el papel, el lugar de impresión y el franqueo postal, solo quedaba convidar a Jorge L. Fontenla, estimado colega y amigo a sumarse al carro de la edición. Durante los años de publicación otros colegas formaron parte del grupo editorial, como Pavel Valdés, Luis M Díaz, Jose Rameau y Cristina Juarrero (mi esposa), quien desde su entrada se ocupó y mejoró el diseño.

Logotipo diseñado por el biólogo Pavel Valdés para el boletín.

Cocuyo era enviado a Norteamérica (34), México (5), Centro y Suramérica (19), Europa (4), Rusia (1), Puerto Rico (5), República Dominicana (3) y Jamaica (1). Por su parte, en Cuba, lo recibía cada investigador o trabajador de areas naturales o cualquier interesado. Considero que fue la publicación cubana de mayor ditribucion nacional e internacional.

Una vez terminado el Proyecto con el RARE Center, finalizó el financiamiento y el apoyo a Cocuyo, el cual fue reemplazado por el empresario Victor González (San Juan, Puerto Rico), amante de la historia natural y que apoyó mucho el trabajo nuestro, financiando expediciones y viajes de estudio de colecciones a museos.

Por este motivo, en 2000 el boletín comenzó a producirse y distribuirse desde Puerto Rico, con el apoyo del zoólogo Antonio Pérez-Asso, quien residía en esa isla.

Con mi partida definitiva de Cuba en 2004, a una vida permanente en Canadá, fue disminuyendo mi posibilidad de dedicar mayor tiempo al boletín, sin embargo,  se hizo más visible en su versión electrónica (mucho más barata) y su asentamiento en un sitio en la web.

En octubre de 2010 se produjo y publicó el último número de Cocuyo, finalizando de esta forma un momento en su historia. Etapa histórica de su mayor difusión y circulación en papel, aunque sus archivos permanecen “en línea” para los interesados. El hecho de vivir en una sociedad moderna activa, donde es necesario trabajar para pagar cada necesidad y garantizar un futuro, la edición de un boletín como este, consume mucho tiempo.  Revisar cada manuscrito que se enviaba y dedicarse a buscar información interesante o toda la literatura reciente que sobre el área aparecía fue una tarea “time-consuming”, solo retribuida por la satisfacción de ver el boletín impreso o las personas preguntando cuando saldría el próximo, o las bibliotecas también cuestionando, ¿por qué no habían recibido el último publicado?

Todos estaban interesados en leerlo, pero se hacía difícil encontrar colaboración, sin remuneración material, para lograr el resultado final. Por este motivo, fue necesario detener su publicación, no sin antes buscar un relevo de personas que pudieran ocuparse de mantenerlo con vida, lo que fue imposible por los comportamientos altruistas que su edición requería. 

Aunque la edición y esfuerzo de este proyecto no fue un resultado científico directo, le tengo mucho apego y lo reconozco como un gran logro, por toda la función que cumplió y por todo el tiempo que dediqué, ayudado por los colegas, y quitándoselo a mis propios estudios sistemáticos o a la diversión. Sacrifiqué resultados científicos, pero logré mucha interacción con la comunidad científica del momento, así como con los estudiosos de invertebrados de Cuba y extranjeros, lo que me trajo disfrute, conocimientos y satisfacción.